Experimento del Muñeco Bobo

El experimento del muñeco Bobo fue realizado en 1961 por Albert Bandura, para tratar de darle credibilidad a su creencia de que toda conducta humana es aprendida a través de la imitación social y las repeticiones,en lugar de heredarse a través de factores genéticos.

Estos resultados aun constituyen un objeto de debate incluso 40 años después.

En el mundo moderno, hay muchas preocupaciones en lo referente al efecto de las influencias sociales en el desarrollo y crecimiento de la personalidad y la moralidad del niño.

La televisión, los juegos de computadora, los aditivos alimentarios, la música y la falta de modelos a seguir, son citados como razones para un supuesto quiebre en la sociedad y una creciente tendencia a la violencia.

Estas preocupaciones han existido durante muchos años, incluso antes de que los medios de comunicación convertieran estos factores en historias sensacionalistas para tratar de vender más periódicos. Durante la década de 1960, hubo mucha preocupación y debate acerca de si el desarrollo de un niño se reducía a la genética, a los factores ambientales o al aprendizaje social proveniente de las personas a su alrededor.

Debido a esto, Bandura diseñó el experimento del Muñeco Bobo para tratar de demostrar que los niños imitarían el comportamiento de un modelo adulto. Él quería mostrar, mediante el uso de agentes agresivos y no agresivos, que un niño tendería a imitar y aprender del comportamiento de un adulto en quien confíe.

El muñeco Bobo es un juguete inflable de aproximádamente un metro y medio de altura, diseñado para recuperar inmediatamente su posición vertical cada vez que sea derribado.

Como sujetos de estudio fueron elegidos los niños, ya que ellos tienen menos condicionamiento social; además han sido menos instruidos y, en comparación con los adultos, no se encuentran tan familiariazados con las reglas de la sociedad.

Las Hipótesis y Predicciones

Bandura formuló una serie de predicciones acerca de los resultados del experimento del Muñeco Bobo, uniéndolas con sus perspectivas en relación a las teorías del aprendizaje social.

  1. Los niños que presencien un comportamiento demasiado agresivo por parte de un modelo adulto, probablemente imiten un comportamiento similar, incluso si el adulto no está presente.
  2. Los sujetos que hayan observado a un adulto no agresivo tienen menos probabilidades de mostrar tendencias violentas, incluso si el adulto no está presente. Serían incluso menos propensos a presentar este tipo de agresión que el grupo de control que no ha visto ningún modelo en absoluto.
  3. Bandura cree que sería mucho más probable que los niños imiten el comportamiento de un modelo del mismo sexo. Él quería demostrar que era mucho más fácil para un niño identificarse e interactuar con un adulto del mismo género.
  4. La predicción final fue que los niños tienden a ser más agresivos que las niñas, ya que la sociedad siempre ha tolerado y defendido más el comportamiento violento en los hombres que en las mujeres.

Configuración del Experimento

Para el experimento del Muñeco Bobo, Bandura seleccionó un conjunto de niños de la guardería local de Stanford, con edades comprendidas entre los 3 y 6 años, con una edad promedio de 4 años y 4 meses.

Para probar la predicción de que los niños serían más propensos que las niñas a la agresión, eligió 36 sujetos de cada sexo.

El grupo de control , que no vería ningún modelo adulto en absoluto, estaba formado por 24 infantes, 12 niños y 12 niñas.

El segundo grupo, que estarían expuesto a un adulto que muestra tendencias agresivas, fue similiarmente conformado por 24 niños de ambos sexos. Los dos grupos resultantes de este fueron divididos en grupos de 12, la mitad se pondría a prueba con un modelo femenino y la mitad con un modelo masculino.

El tercer grupo estaba estructurado exactamente de la misma manera que el segundo, con la única diferencia de que ellos se verían expuestos a un adulto pasivo.

Para el experimento del Muñeco Bobo, era necesario pre-seleccionar y clasificar a los niños para tratar de asegurar que hubiese un reparto equilibrado de los diferentes tipos de personalidad en los grupos de prueba; con algunos sujetos ya conocidos por tener una personalidad más agresiva que los otros.

Para esto, uno de los profesores de la guardería trabajó con el experimentador para calificar la personalidad de cada niño y tratar de construir grupos bien equilibrados.

También debe tenerse en cuenta que cada sujeto fue probado por sí solo y de forma individual, para asegurar que los efectos y reacciones de sus compañeros de clase no tendrían ninguna influencia sobre los resultados finales o los hallazgos del experimento.

El experimento del Muñeco Bobo comenzó introduciendo a uno de los niños de los grupos de prueba en una habitación con un adulto. El sujeto se sentó en una esquina de la habitación, con unos cuantos juguetes y actividades llamativas, como libros de calcomanías y pintura con papas.

El adulto se sentó en la otra esquina de la habitación con algunos juguetes, además de un muñeco Bobo y un mazo. Al niño no se le permitió jugar o interactuar con estos juguetes.

Para los niños del grupo dos, después de un minuto de jugar con los juguetes, el adulto comenzaría a a atacar verbal y físicamente al muñeco durante un período de 10 minutos.

Para el tercer grupo, el adulto se sentaría a jugar silenciosa y pacíficamente durante diez minutos.

El grupo de control, por supuesto, se sentó en la sala durante diez minutos sin la presencia de ningún adulto.

La siguiente fase del experimento del Muñeco Bobo era llevar al sujeto a otra habitación llena de interesantes juguetes. Al niño no se le permitía jugar con ellos, explicándoles que estaban reservados para otros niños. Con esto se pretendía elevar los niveles de frustración del sujeto.

El niño fue nuevamente llevado a otra habitación llena de juguetes interesantes, algunos de tipo agresivo y algunos no agresivos; además de esto, la habitación también tenía el muñeco Bobo y el mazo. El sujeto fue observado a través de un espejo unidireccional, y fueron evaluados varios tipos de conductas.

El primer factor medido fue la agresión física, que consiste en golpear al muñeca con el mazo, puñetazos, patadas o sentándose sobre él.

La agresión verbal también fue evaluada, ya sea abuso general o imitación de frases utilizadas por el modelo a seguir.

La tercera medida fue la cantidad de veces que el mazo fue utilizado  para mostrar otras formas de agresión que no fuese golpear al muñeco. Los comportamientos finales estudiados fueron los modos de agresión, mostrados por el sujeto, que no eran imitaciones directas de la conducta del modelo.

Resultados

Los resultados del experimento del muñeco Bobo demostraron, como se esperaba por la primera predicción, que los niños que estuvieron expuestos al modelo agresivo tenían más probabilidades de mostrar un comportamiento agresivo imitativo.

La cuarta predicción demostró ser correcta dado que los niños eran casi tres veces más propensos a repetir un comportamiento físicamente violento en comparación con las niñas.

Las medidas para el comportamiento verbalmente agresivo demostraron que los niños expuestos a modelos agresivos eran más proclives a imitarlos. Los niveles de agresión verbal expresados fueron aproximadamente los mismos tnto para niños como para niñas.

Los sujetos del experimento del Muñeco Bobo expuestos al modelo no agresivo, o a ningún modelo en absoluto, mostraron muy poco comportamiento agresivo imitativo. Este hallazgo comprobó parcialmente la segunda predicción, ya que los niños expuestos a un modelo pasivo manifestaron menos agresión imitativa.

Sin embargo, los resultados no comprobaron completamente esta predicción debido a que no había ninguna diferencia apreciable entre los niveles de agresión imitativa entre los grupos uno y tres.

Los sujetos masculinos expuestos a modelos no agresivos eran menos propensos a usar el mazo para golpear al muñeco Bobo. Extrañamente, los sujetos masculinos ubicados con modelos femeninos no agresivos eran más proclives a usar el mazo que los del grupo control.

Conclusión

Los resultados del experimento del Muñeco Bobo resultaron ser un poco inconclusos pues la mayoría de las predicciones no fueron completamente comprobadas.

No es completamente seguro que los niños sólo aprenden socialmente, pero es probable que los niños que observen un modelo adulto que utiliza la violencia crean que este tipo de comportamiento es normal. Por lo tanto, pueden ser más propensos a utilizar este tipo de acciones al enfrentarse a situaciones similares.

Bandura encontró que las niñas tenían una menor tendencia a ser físicamente violentas, pero eran igual de proclives que los niños a la agresión verbal. Esto es algo que puede ser observado a menudo en la sociedad, donde la intimidación en la escuela, por parte de los niños, tiende a ser de naturaleza física, mientras que la intimidación entre niñas se inclina más hacia lo verbal y social.

Hubo algunas críticas al experimento; el muñeco Bobo se endereza de nuevo a su posición vertical cada vez que es golpeado, así que hay una gran probabilidad de que los niños lo vieran más como un juego que cualquier otra cosa.

En 1963 hubo un experimento posterior que utilizó la misma metodología pero mostró la violencia de los sujetos en video; esto tuvo una respuesta aun menos definida que el experimento inicial.

En 1965, otra modificación del experimento del Muñeco Bobo trató de establecer los efectos de premiar o castigar el comportamiento erróneo y violento. Los niños, que presenciaron al modelo siendo castigado por su comportamiento agresivo, eran mucho menos proclives a seguir su ejemplo. Curiosamente, no hubo ningún cambio en la agresión cuando el modelo fue recompensado.