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Síndrome de la memoria falsa: tipos y causas de este fenómeno

El síndrome de la memoria falsa se caracteriza por la presencia de recuerdos falsos que pueden aparecer tanto de manera espontánea como de manera inducida. Se trata de un síndrome porque hace referencia a un conjunto de elementos que son característicos de una determinada situación, en este caso, la evocación de hechos cuya existencia sólo es reconocida por la persona que los evoca.

No se trata de una enfermedad o de un trastorno, ya que no ha sido reconocida como categoría clínica por las organizaciones internacionales especializadas. No obstante, el sindrome de memoria falsa ha emergido de manera importante en investigaciones del ámbito científico y legal, como consecuencia de distintas polémicas y controversias generadas en dichos contextos. Veremos a continuación algunos detalles sobre las características y la historia del síndrome de la memoria falsa.

Síndrome de la memoria falsa: ¿qué es?

En el siglo XIX, las primeras hipótesis públicas sobre los falsos recuerdos fueron hechas por Sigmund Freud, quien propuso que un trauma fundacional reprimido y ocurrido en la infancia daba origen a los síntomas psicosomáticos de las mujeres adultas a las que atendía.

Posteriormente, el mismo Sigmund Freud modifica su teoría y habla de dichos recuerdos como una serie de fantasías en las que subyacen los eventos traumáticos, y ofrece para esto una interpretación desde su teoría del desarrollo psicosexual.

Tiempo después y con el desarrollo de distintos enfoques psicoterapéuticos, gran parte de los acercamientos clínicos se basaron en la creencia de que existía un trauma reprimido y susceptible de ser recordado. Es decir, estaba presente la intención de desvelar las experiencias traumáticas de la infancia a través de distintas técnicas, que van desde la hipnosis hasta la terapia individual clásica.

Con el paso del tiempo, todo lo anterior empezó a ser ampliamente cuestionado, debido a la posibilidad de crear un entorno sugestivo en donde la persona terminara por evocar recuerdos de experiencias que nunca ocurrieron, o evocarlos de manera distorsionada.

Lo anterior ocurrió en parte como consecuencia de los estudios sobre el funcionamiento de nuestra memoria. Por ejemplo, las ciencias cognitivas nos han dicho que, lejos de ser una especie de disco duro que almacena y esconde recuerdos, nuestra memoria es más bien un sistema reconstructivo y reproductivo. No es infalible, se construye y modifica al paso del tiempo y a través de nuestras propias narraciones, interacciones y experiencias; con lo cual, está sujeta a errores y distorsiones.

Falsos recuerdos: tipos y características

Un falso recuerdo, o una memoria falsa, es todo reporte memorístico en el que hay una diferencia parcial o total con los hechos de interés (Pinchansky, Víquez y Zeledón, 2004). En otras palabras, se trata de memorias que se recuerdan aunque no han ocurrido realmente, o que han sido distorsionadas de manera importante.

Son imágenes del pasado que carecen de existencia objetiva (su existencia no puede corroborarse por los testimonios de terceras personas), pero que una persona puede evocar asegurando que han ocurrido tal como lo reporta. Por lo mismo se trata de recuerdos que pueden causar una experiencia emocional importante y significativa en quien los reporta. Su conformación no necesariamente depende del olvido, aunque puede estar estrechamente ligado a este.

Existen dos tipos básicos de falsos recuerdos, los recuerdos espontáneos y los recuerdos implantados.

1. Espontáneos

Se generan como resultado del funcionamiento interno de la memoria, pero dicho funcionamiento puede ser evocado involuntariamente por influencia ajena, por ejemplo por medio de una petición de alguien externo de reportar con claridad algún hecho.

2. Implantados

Son resultado de la exposición de una persona a información falsa, que se presenta de manera coherente y lógica con los esquemas de conocimiento de la persona. Se origina a partir de un tercer elemento informativo, que puede ser un comentario hecho por alguien, o por ejemplo mediante una pregunta sugerente.

En este caso, el tercer elemento informativo se presenta con la intención de provocar o forzar al reconocimiento de un falso acontecimiento. Es decir, los falsos recuerdos implantados, a diferencia de los espontáneos, son creados de manera voluntaria por alguien que no es la persona los reporta.

Los recuerdos falsos implantados fueron especialmente estudiados por la psicóloga estadounidense Elizabeth Loftus. Los resultados de sus investigaciones impactaron de manera importante los procedimientos legales del sistema penal.

Causas

Pinchanski, Víquez y Zeledón (2004) siguiendo a Brainerd y Reyna (1995), nos dice que los mecanismos generales de conformación de los recuerdos falsos, así como en los recuerdos verdaderos, dependen principalmente de los siguientes elementos:

  • El tipo de información que se memoriza (de sentido común o información compleja).
  • La vía de memorización (oral, táctil, auditiva, visual o combinada).
  • El momento de evaluación de la memoria (si es inmediato o tiempo después de haber sucedido el evento).
  • El procedimiento para evocar el recuerdo (por reconocimiento o por recuerdo libre).

A su vez, dichos elementos dependen de mecanismos tanto cognitivos como socioculturales, en donde se conjugan la elaboración memorística con las relaciones de poder que se establecen en un contexto determinado. Por ejemplo, en el contexto penal, la instrucción de un abogado o del ministerio público de recordar un acontecimiento determinado, puede ser un elemento detonador para crear un falso recuerdo espontáneo.

Así mismo, la psiquiatra Janet Boakes (1999), quien es una de las pioneras en los estudios sobre el síndrome de la memoria falsa (especialmente en relación con los recuerdos sobre abuso sexual infantil), sugiere que este síndrome ocurre en gran medida como consecuencia de la sugestión producida en el contexto psicoterapéutico.

De acuerdo con Boakes, muchas de las personas que reportan haber recuperado recuerdos de una experiencia previa de abuso sexual, que no puede ser corroborada por elementos externos a la propia persona, lo hacen dentro de un proceso terapéutico, lo que la misma autora atribuye a la influencia de las prácticas, las creencias y la influencia del profesional.