La indefensión aprendida es un estado psicológico donde una persona, tras experimentar repetidamente situaciones estresantes o negativas incontrolables, aprende a sentirse impotente y pasiva, creyendo que sus acciones no pueden cambiar el resultado, lo que lleva a déficits motivacionales, cognitivos y emocionales, siendo un modelo para la depresión y la ansiedad. Surgió de experimentos con perros (Seligman y Maier) y se manifiesta en humanos como la falta de iniciativa para escapar de problemas, incluso cuando hay una salida posible, como se ve en casos de violencia doméstica, fracaso escolar o adicciones.
¿Cómo se desarrolla?
- Exposición a estímulos aversivos: Se vive una situación donde los eventos negativos son inevitables y no se puede hacer nada para detenerlos.
- Percepción de falta de control: La persona internaliza que no tiene la capacidad de controlar o influir en la situación.
- Aprendizaje de la pasividad: Se «aprende» a no intentar escapar o cambiar, incluso si surgen oportunidades.
Manifestaciones en humanos:
- Déficits motivacionales: Falta de iniciativa para iniciar respuestas voluntarias.
- Déficits cognitivos: Dificultad para percibir la relación entre sus acciones y los resultados.
- Déficits emocionales: Sentimientos de desesperanza, ansiedad y depresión.
Ejemplos y contextos:
- Violencia doméstica: La víctima deja de intentar escapar al sentir que no tiene control sobre el maltrato.
- Educación: Estudiantes que fracasan continuamente pueden creerse incapaces de mejorar, perdiendo el interés.
- Adicciones: La sensación de impotencia ante la adicción puede alimentar el ciclo, y la adicción puede aliviar esa impotencia.
Superación:
- Se combate con el optimismo aprendido, fomentando la autoeficacia y la creencia en la propia capacidad para influir en los resultados, a menudo a través de terapia y técnicas para recuperar el control percibido.

